Gertrude nos cuenta que las madres giriama dan a luz a sus bebés prácticamente sin ayuda, consideran el parto como lo que en realidad es: algo completamente natural y que forma parte del ciclo de la vida.

“Cuando llega el momento de que venga el bebé, colocamos sacos usados, viejos, en el suelo y nos sentamos en un pequeño taburete de madera apoyando la espalda contra una silla o bien contra alguien que se coloca detrás”.

La partera se sitúa frente a la madre pero a cierta distancia. Todo el trabajo lo hace la madre sola, se agarra fuertemente de sus piernas recogidas y va empujando cuando nota que debe de hacerlo.

“Cuando el bebé nace, es la partera quien lo recoge y lo limpia con aceite de coco y un trapo. No se baña al bebé hasta el día siguiente”. La madre se asea con agua extremadamente caliente, casi hirviendo, y se aplica por todo el cuerpo aceite de coco.

Las mamás giriama no se hacen episiotomía, por lo que si el bebé no puede salir bien o son madres primerizas suelen desgarrarse de forma natural. “Nosotras no cosemos los desgarros del parto, tenemos cerca un recipiente con ascuas del fuego de la cocina, y tras dar a luz nos sentamos directamente sobre las ascuas”, de esta forma cauterizan las heridas o desgarros que se hayan podido ocasionar durante el parto. Con las mismas ascuas se cauteriza el cordón umbilical una vez cortado.

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Se recogen los sacos con los restos del parto y los queman.

“No tenemos un tiempo exacto para guardar cama, depende de cuándo te encuentres fuerte y de si tienes ayuda de alguien o no. Si no tienes ayuda incluso al día siguiente tienes que levantarte y traer agua, cortar leña, hacer la comida para los niños… ¿quién si no las va a hacer?” Las parteras locales no les hacen seguimiento postparto.