«Hace un poquito más de cuatro años conocí a mi Shamba* feliz, a mi Shamba de colores infinitos. (*terreno)

Todavía los siento, los sueño. Los extraño.

Afrikable me dio la posibilidad de conocer un mundo nuevo, me lo imaginaba, pero superó cualquier idea que podía tener.

Viajar desde Argentina, es casi como cruzar el mundo entero para llegar. Nervios, papeles por acá, por allá. Por suerte iba con el mejor compañero de aventura.

Vuelos, horas de espera interminables en los aeropuertos. Nervios de nuevo. Llegamos. Bajamos de la última avioneta. «Jambo Rafiki!*» escuché. Ya había empezado la Magia y no había vuelta atrás. (*Hola amiga!)

Nos subimos a la lancha con los bolsos bien agarrados, y el fondo de pantalla de la computadora del trabajo – que había puesto de manera motivacional – se hizo real.

La Isla esperándome, con sus dhows a mitad de camino, sus edificios blancos con arcadas y formas arabescas, el mar. Todo tal cual la foto que vi durante meses. Me terminó doliendo la cara de tanto sonreír.

Bajamos, y santa Pantoja, el burro del proyecto, nos dio la bienvenida, cargó nuestros bolsos y nos llevó a mi nuevo lugar feliz en el mundo.

Jambos Rafiki y sonrisas blancas disfruté durante todo el camino. Estaba alucinada. Llegamos. Pasamos la tranquera de pilares blancos y techito de paja y aceleré el ritmo para cruzarla rápido.

Salieron ellos a recibirnos, mis bebés. No nos conocíamos todavía, pero fue amor a primera vista. En milésimas de segundos tenía 5 arriba mío. No sé cómo pasó.

Testimonio Vacaciones Solidarias Ani con los peques de Afrikable

Las coordis nos mostraron la casa, elegí mi cama. Fui a conocer la escuela, el taller, la cocina. Seguía alucinada.

El inglés, y de seguro el Suajili, no son mi fuerte. Así que cuando me presentaron a las mujeres, era una charla basada en sonrisas y en «I don´t speak English» (no hablo inglés) con ánimo de frustración. Moría por sentarme horas a hablar con ellas.

Los primeros tres días fueron más o menos iguales, lleno de cosas nuevas, conociéndolos. Elegí cuidar a los más chiquitos, me hice amiga de Halima que me enseñó a acostarlos en sus camitas colgantes. Mi parlante nuevo, jamás imaginó que iba ser usado tantas veces. Bailamos, bailamos y bailamos. Chuchugua, despacito, Mbosso. Una y mil veces cada canción.

El tercer día fue el quiebre. Zeinab – una de mis bebés preferidas, para que les voy a mentir – se golpeó, y la acuné hasta que dejó de llorar. Y ahí empezó mi turno, estuve llorando a escondidas y abrazada a mi compañero durante 20 minutos. Entendí, y caí en la cuenta que en tres días, aprendí amar de la manera mas linda. Y que solo iba a estar un mes. Es difícil cruzar el mundo entero cada vez que uno quiere.

Pero como no hay mal que por bien venga, me prometí, que esos 30 días los iba a disfrutar y estrujar para que nuestra amistad dure infinito.

Me levantaba todas las mañanas y me sentaba en el banco mirando para la entrada de Afrikable para verlos llegar.

Ellas con sus vestidos y pañuelos de colores gritando su nombre para que le pongan presente en la lista de asistencia. Ellos corriendo para abrazarnos fuerte y sacar de la mesa algo rico de nuestro desayuno a escondidas.

Yo sacándoles foto, ellos robándome el celular para verse con los filtros de Instagram. Me enseñaron canciones y a mi modo las aprendí. ‘Jambo, Jambo bwana, habari gani. Mzuri sana ‘ repetía yo. Vaya uno a saber cómo será en realidad. Separamos bolitas por color, entre sonrisa y sonrisa, porque nunca avancé con el tema del idioma.

Amaba escaparme a la cocina, Mama Dirham, Madina, Habiba y Maimuna siempre me guardaban algo rico para probar. Me ponía a lavar mi ropa temprano para quedarme un tiempo hablando con Jemin, mientras se reía de mi forma de hablar.
Y así todos los días. Descubriéndonos. Recibiendo invitaciones a su casa, donde conocí la generosidad más sincera y desinteresada de la vida.

Aprendiendo, eso sobre todas las cosas. Aprendí mucho. No tienen idea de todo lo que nos dan y nos enseñan con el simple hecho de recibirnos y hacernos parte de su vida.

Testimonio Vacaciones Solidarias Ani

Hoy después de cuatro años, ya no lavamos juntas, pero con Jemin hablamos todas las semanas, compartimos las buenas noticias y las no tanto. Nos contamos las cosas nuevas que aprenden nuestros hijos, para sentirnos más cerca.

Hoy después de cuatro años, sigo viendo si consigo alguna foto nueva por ahí de mis bebés para ver cuánto crecieron en este tiempo.

Hoy después de cuatro años, lo más lindo que aprendí ese mes, sigue intacto. Como dije desde que volví, el amor, la música y un abrazo son idioma universal. Solo eso necesitamos para crear lazos infinitos.

Hoy volver físicamente se me complica, pero sé que no falta tanto para cruzar el mundo entero y volver a estar en mi lugar feliz».