La parte práctica del trabajo y los «meetinguis»
Jambo tena, rafikis!
En este último post, os voy a contar en qué consistió la parte práctica de los meetinguis (la más chula) y cuáles han sido las conclusiones que hemos sacado del mes de trabajo.
Como os comentaba en el anterior post, transmitir conocimientos jurídicos de forma sencilla, concisa y amena no es nada fácil, y menos a alguien que no tiene ni idea de Derecho en general. Por eso, tenía que buscar la manera de hacer llegar la información que había estudiado a nuestras mujeres de una manera entretenida y que suscitara interés.
Estuve dándole vueltas antes de ir a Lamu sobre cómo hacerlo. Finalmente, se me ocurrió haciéndome esta pregunta: “¿de qué manera se ha transmitido el conocimiento a lo largo de la historia?”. Ahí estaba la respuesta. Ya desde la Antigua Grecia, los sabios se valían de la mitología para explicar las grandes dudas existenciales en forma de historia. Los trovadores y juglares hacían lo mismo en la Edad Media, con poemas y espectáculos. Y en la actualidad, la música y las Ted Talks, entre otras cosas, se emplean con el mismo fin. Nos gusta la narrativa, las historias continuadas, y por eso, no había mejor forma que el teatro para captar la atención de nuestras mujeres.
Así, me senté una mañana a pensar un argumento en el que incardinar todo aquello que quería que las mujeres supieran, y que se relacionara con lo que posteriormente contaría en las meetinguis. Escribir la ficción fue muy fácil, porque tengo mucha imaginación. Lo difícil era no dejarme nada atrás ni caer en estereotipos o contradicciones. De esta manera, me salió un teatro con 2 actos, lo cual era ideal, porque podía concatenarlos con cada uno de los 2 PowerPoints que había diseñado.
Los principales elementos que tuve en cuenta a la hora de escribir la historia (cuyo argumento os indicaré más abajo muy brevemente) fueron los siguientes:
- Quería que las mujeres se identificaran con los personajes. Por eso, las mujeres de la historia tenían nombres que coincidían con los suyos, los hombres tenían los nombres de sus hijos o maridos y cada uno de los personajes pertenecía a una tribu presente en Afrikable (orma, swahili, maasai…). Igualmente, algunos personajes eran cristianos y otros musulmanes para que nadie se sintiera excluido.
- La historia tenía que desarrollarse en Lamu. Esto era fundamental, porque los estilos de vida de Lamu no coinciden necesariamente con los de otros lugares de Kenia, ni mucho menos con los de otras partes del mundo. Era mucho más visual si ellas se imaginaban el desarrollo de la historia en su isla, visualizando los lugares concretos en los que transcurría el relato, lugares que ellas han visitado miles de veces y que pueden transitar hasta con los ojos cerrados.
- La protagonista tenía que ser una mujer lamunia empoderada, que rompiera con la noción de mujer dependiente y relegada al ámbito privado. El personaje principal debía ser una mujer que luchase por sus sueños, sin miedo a nada, valiente, soñadora; que no tuviera que consultar con su familia o con su marido las decisiones trascendentales de su vida. Por eso, la protagonista es una mujer que ha trabajado y estudiado muy duro para conseguir el puesto de sus sueños.
- La protagonista es una mujer transgresora que rompe con los estereotipos de género, sintiéndose segura de sí misma cuando lo hace. Es una mujer que realiza actividades que siempre han sido desarrolladas por hombres, que alza la voz cuando se le quiere acallar y que no teme a estar sola ni a enfrentarse a todos con tal de proteger a su familia.
- El resto de personajes femeninos secundarios tenían que transmitir la misma idea, en contraposición a otros personajes femeninos anecdóticos, estancados en percepciones e ideas que denigran y condenan a la mujer por querer ser libre y estar al mismo nivel que el hombre.
- El amor y la justicia tenían que triunfar, pero sin que todo el argumento fuese un camino de rosas. En la historia, pretendía hacer ver a la mujer que, frente a las adversidades, es capaz de levantarse sola, y que divorciarse no la convierte en una naranja desgajada, porque ella, en sí misma, es una naranja entera, sin necesidad de buscar otra mitad que le complemente o complete emocionalmente.
- Tenía que ser un relato respetuoso con la cultura en todo momento, pero no por ello tenía que apoyar los abusos que a veces se producen, justificados por la costumbre y la tradición (al igual que en España).
- El teatro tenía que contar con la participación de todos los vacacioneros, debía hacerse en Kiswahili y todos nosotros debíamos vestirnos como lamunios y lamunias. Esto me parecía fundamental, porque mostraba el compromiso de todos con el proyecto, y porque así, podía incluir bromas y anécdotas que teníamos con las mujeres y con los niños. Igualmente, pensé que se sentirían alagadas y agradecidas si hacíamos el teatro en su lengua materna, y además, se mostraba un esfuerzo por nuestra parte por integrarnos un poquito más en la vida lamunia.
- La historia tenía que tener elementos que encajaran con la teoría que de forma posterior yo iba a explicar.
- El desarrollo del teatro en dos actos permitía no solo dividir la información teórica, sino también crear un sentimiento de intriga y de emoción en nuestras mujeres.
Teniendo en cuenta todo esto, la historia versa sobre una mujer, Leila, maestra, que se enamora de un chico, Ahmed, con el que se casa sin seguir ningún ritual tradicional y sin pedir permiso a nadie. Los primeros meses de matrimonio transcurren de maravilla, pero cuando Ahmed se entera de que Leila espera trillizos, comienzan los problemas: vende territorios de Leila sin su permiso, comienza a beber y a maltratar a Leila, hasta el punto de que, una vez nacidas las niñas, huye con dos de ellas y se niega a devolverlas a Leila. Leila inicia una batalla legal contra Ahmed a pesar de los comentarios y las amenazas de la gente, consiguiendo, al final, que la justicia se ponga de su parte, y que sus niñas vuelvan con ella para empezar una vida nueva.
El teatro fue un absoluto éxito. Las mujeres se rieron mucho, y a la hora de explicar la teoría, tras el acto, recordábamos pasajes de la historia relacionados. Luego, lanzaba preguntas a la audiencia, y ellas iniciaron debates, en ocasiones duros, en los que emitían sus opiniones con pasión y convencimiento. Khadija trataba de traducir y de mediar todo lo posible, pero a veces se enzarzaban y era imposible seguir el hilo. Pero eso, precisamente, fue el éxito de nuestro trabajo: que ellas se sentaran a reflexionar, a compartir, a aprender unas de las otras y, por supuesto, a aprender todos nosotros de ellas. Para mí, quizá lo más bonito fueron las preguntas en privado que 3 de nuestras mujeres nos hicieron. Sentí que algo se había removido en sus conciencias, aunque fuera un poquito, y que todo el trabajo que toda la familia de agosto habíamos hecho no había sido en vano.
Las conclusiones que extraigo de esta experiencia son muy positivas. Valieron la pena las horas en la office, las lecturas y re-lecturas de legislación a veces soporífera, las trabas a la hora de encontrar la información e incluso los plantones de aquellos a los que pretendía consultar. Las mujeres me transmitieron una fuerza y un sentimiento de lucha por la justicia que nunca antes había visto en primera persona, y me ayudaron a valorar mucho más mi trabajo como jurista. Y, como hice el anterior post, nada de esto habría sido posible sin todos aquellos que forman la gran familia que es Afrikable. Por eso y mucho más, asante sana.
Ya dejé de pensar que no hay nada que los abogados pudiéramos hacer como vacacioneros. Ya dejé de pensar que explicar Derecho es aburrido, y que la gente prefiere, a veces, mirar a un lado a insistir en la promoción y defensa de sus derechos.
Ahora, he empezado a pensar en el siguiente proyecto. Un proyecto que, aunque lleno de obstáculos de nuevo, seguro que me hace aprender como persona y crecer como profesional tanto como lo hizo este. No sé cómo será el camino, pero seguro que sinuoso y movido. Pero, ¿a quién no le divierte un paseíto acompañado de familia y amigos? ¡Yo ya estoy deseando arrancar!
Autora: Elena Fatou Gómez