¡KARIBUNI KENIA!

Llegó la hora de partir, de hacer el inventario y ver qué tenemos, qué nos sobra y qué nos falta. Es curioso cómo hace unos meses llegué a Africa con 40kg de equipaje y regresé con una mochila de 7kg, porque es así como en realidad me sentí.

Llegué con todos los excesos, prisas, prejuicios y estereotipos marcados por mi sociedad, esa que tanto me ha dado pero que ahora considero carente en muchos otros aspectos. Pero sin embargo, salí de Africa con una mochila a mis espaldas cargada con lo más básico e intangible en gran parte. Dejé ése colorido, perfumado y cálido país sin la carga que me suponían ciertos aspectos de la vida, para ocupar el espacio que dejaron con las vivencias, experiencia, sabiduría, humanidad, fortaleza y esperanza que durante todo el mes absorbí.

Vivencias que nunca imaginé llevaría a cabo en este viaje. Lo que en un principio pensaba sería un viaje de exclusivo voluntariado se convirtió en una aventura continua. Los momentos en los que dispusimos de tiempo libre los invertí en meterme de lleno en el modo de vida del lugar, por lo que el viaje ha sido doblemente satisfactorio; por la labor como voluntaria por una parte y por las vivencias que llevé a cabo por otra. Merecen la pena destacar entre todas esas vivencias; la boda Orma a la que acudimos, las horas que pasamos navegando en Dhow y la creación de la compañía de teatro “Kurruka” que los compañeros y voluntarios de Afrikable creamos.

Nunca imaginé tener el privilegio de asistir a una boda en una tribu africana y se me presentó la posibilidad el segundo día en Lamu, cuando todavía no me había dado tiempo de asumir todo lo que me estaba pasando, así que el impacto fue doble. Conforme nos íbamos acercando al poblado, el paisaje iba cambiando, dejamos atrás el ruidoso y concurrido centro de Lamu para adentrarnos en una naturaleza plagada de enormes palmeras, arena blanca y chabolas hechas de ramas y hojas de palmera. La energía que todos desprendían era increíble, no paraban de: cantar, gritar, zarandearnos, cogernos de las manos para enseñarnos sus casas, sus rituales… Abrumadora situación.

El barco típico de Lamu es el Dhow y es su sencillez lo que hace que navegar en él sea tan emocionante. Únicamente consta del bote, un mástil y vela enormes y una madera que utilizan para hacer “balance” es decir, para equilibrar el Dhow teniendo en cuenta la fuerza del viento y el peso que consideren oportuno cargar en la madera. Navegar en Dhow es una mezcla entre calma y frenética acción. Cuando todos los aspectos que un marinero considera oportuno valorar juegan a nuestra favor la sensación es de volar sobre el agua, pero cuando en una fracción de segundos el viento cambia de dirección o intensidad los chicos empiezan a correr de un lado para otro, de arriba abajo, de babor a estribor, de proa a popa para cambiar de sentido la vela, cambiar de lado la tabla y volver a recuperar la calma. Es impresionante ver cómo trabajan en equipo sin jerarquías, sin órdenes, con la máxima concentración en lo que hacen y una agilidad y fuerza que te hace recordar el instinto animal que llevamos dentro.

Lamu es un lugar en el que no existen semáforos, ni coches, aparatos electrónicos o centros comerciales, pero cuando amaneces en esta pequeña isla, nunca sabes la experiencia que te espera a la vuelta de la esquina.

Experiencias abrumadoras relatadas en primera persona por los propios protagonistas de cada historia que te fuerzan a relativizar los problemas occidentales. La entereza con la que las cuentan es como una bofetada que te dice “¡despierta! hay una realidad paralela a la que tu vives”.

Sabiduría que emana por cada poro de la gente de este lugar. Aunque no hayan tenido a su alcance una educación básica, ha sido para mí un lujo poder asistir a las lecciones de vida que cada día imparten en las aulas de la calle. La mayoría de las mujeres de la asociación no hablan inglés y mi swahili es un swahili de bebes; ven, vamos, recoge eso, ¿te gusta?, eso es basura, vamos a pasear… por lo que la comunicación entre ellas y yo a primera vista podría parecer dificultosa. Sin embargo, la ternura, cariño y cercanía que despertamos las unas en las otras ha marcado nuestra relación. Las palabras no son necesarias para leer en sus ojos lo sabias que la vida las ha hecho. Se podría escribir un libro que describiese la vida de cada mujer que forma parte de la asociación, donde aspectos como la resistencia y superación serían el hilo conductor de la historia.

Fortaleza que sobre todo las mujeres y los niños han tenido que adoptar como su mejor aliada. Característica que merece ser elogiada pero que a su vez necesitan combinar con el inconformismo, para así poder salir del círculo en el que la sociedad extremadamente machista de este lugar les ha metido.

Es fácil juzgar a las mujeres de esta sociedad viniendo de la nuestra y viendo que no responden a aspectos básicos para nosotros, como mantener una mínima higiene en sus hijos o no recurrir a su cuerpo para conseguir cosas. Pero, habría que vivir en sus pieles para saber lo que sienten y piensan. Desde Afrikable se les intenta incorporar en su forma de pensar ideas como el empoderamiento de la mujer, su independencia y valor. Aspectos que hasta el momento no creían posibles ni en sus mejores sueños y que la asociación ha puesto a su alcance, no con la intención de fomentar el colonialismo inculcándoles formas de vida occidentales si no con el mero fin de facilitarles la vida y abrirles la mente hacia un mundo en el que la mujer es algo más que un cuerpo que fecundar.

Hace falta ser un héroe para sobrevivir y además ser feliz en el mundo en el que les ha tocado vivir a estos niños. Asumen responsabilidades con las que, en nuestra sociedad, ni con la mayoría de edad nos toca comprometernos y la prisa que se dan por crecer y madurar es fruto de esa necesidad de responder a sus obligaciones.

Esperanza en los ojos de los niños que han hecho posible que cada día yo haya afrontado mi trabajo en Lamu con más ganas y especial ilusión ya que fui responsable del área de bebés.

Estos niños son capaces de hacer frente a cosas para nosotros inimaginables pero a veces se derrumban con los detalles más irrelevantes debido a la falta de atención y cariño. En ocasiones no fue fácil saber llevar la situación, porque aunque cuando un niño lloraba lo que a mí me salía era darle todo el cariño posible, muchas veces juega en contra del niño, porque cuando luego llega a su casa y llora nadie se toma la molestia de consolarlo ni explicarle las cosas, si no que se recurre a lo más primitivo. Por lo que intenté siempre encontrar el equilibrio entre el consuelo y el mimo excesivo. Así mismo, al “parque” al que íbamos estaba repleto de toboganes de basura, columpios de escombros y rampas de alambres, por lo que tuve que andar con 5 ojos y 10 manos para evitar que se hiciesen daño, aunque intenté dejarles hacer en la medida de lo posible para que aprendan a desenvolverse en el entorno en el que les ha tocado vivir.

Sin duda están hechos de otra pasta, de una mucho más dura en apariencia pero igual de tierna que la de cualquier niño. Cada día les toca lidiar con situaciones a las que nosotros los mzungu (palabra cariñosa que utilizan para denominarnos como blanquitos) no estamos acostumbrados y hemos tenido la suerte de no tener que hacer frente. Pero al mismo tiempo y aunque parezca difícil poder sacar el lado positivo de ciertas cosas, son generosos hasta el punto de compartir lo poco que tienen y son capaces de ser muy felices con las pequeñas cosas que les da la vida; una lluvia inesperada y refrescante (que aquí la llaman free shawer/ ducha gratis), un vaso de maziwa (leche) caliente, un paseo a la playa (que cada día viven como si fuese el primero), una bolsa de plástico que vuela al compás del viento o el cambio de calzado (cada uno tiene un único calzado y cuando se les queda pequeño y heredan otro diferente le dan sentido al dicho; “más contento que un niño con zapatos nuevos”).

Cierro éste capítulo de mi vida con las sonrisas de estos niños que tanto me han dado y enseñado, con la certeza de que algún día volveré a verlos y la esperanza de que Afrikable siga haciendo más fácil de llevar sus vidas.

Gracias a todos los miembros de Afrikable que han hecho posible que yo me haya sentido más viva que nunca y haya tenido la posibilidad de ofrecer lo mejor de mí a unos niños y mujeres maravillosos.

Autora: Maitane