«Decidí llenar mi mochila de ilusión y emprender la que, ahora puedo decir, ha sido la experiencia de mi vida»
Un gran interrogante era el punto de partida de las vacaciones solidarias: ¿se suspendería la estancia en Lamu en el mes de septiembre debido a los acontecimientos ocurridos poco antes allí? A eso se le sumaban todas las dudas y miedos de mi entorno por la situación en la que pudiera estar la isla: el toque de queda impuesto por el gobierno de Nairobi, la amenaza del ébola, el riesgo de atentados…
Aún así, decidí llenar mi mochila de ilusión y emprender la que, ahora puedo decir, ha sido la experiencia de mi vida. Fue poner un pie en Lamu y saber que todo iba a ir bien, y a medida que fueron pasando los días parecía mentira que la llegada de turismo y de voluntarios hubiera descendido tanto a causa de algo que fui incapaz de identificar. Ni sombra de peligros ni amenazas. Todo lo contrario: en las viejas calles de Lamu sólo se respira amabilidad, cercanía y hospitalidad; sólo se escuchan los gritos y ajetreos de la vida cotidiana; y sólo se ven sonrisas y miradas curiosas.
El día a día en Lamu está colmado de pequeños grandes momentos. Descubrir el valor de una mirada, el poder de una sonrisa o la importancia de un simple gesto o caricia. Esos niños y mujeres, sin saberlo, son maestros de la vida, de todo aquello que aquí ya hemos olvidado y, aunque suene típico, son ellos quienes al final te dan tanto sin ni siquiera ser conscientes de ello.
Y ahora, una vez de vuelta a casa, sólo puedo echar de menos a Lamu y a sus gentes; felicitar a Afrikable por la gran labor que está realizando y agradecer la oportunidad de haber vivido esta gran experiencia; y, por supuesto, animaros a tod@s a participar en ello, pues la gran desinformación existente alrededor de la situación en la zona está haciendo mucho daño a todas esas mujeres y niños que forman parte de la familia Afrikable.
Autora: Marta Heredia Jaén