Las Violencias Machistas a través de sus miradas

A pesar de que éste sea el objetivo de mi investigación, es un tema muy difícil de abordar. Para mí, es debido al respeto que me transmiten, me aterra que me vean como una profesora que viene a dar lecciones de moral. Sin embargo, creo que es un tema del que hay que hablar y que hay que abordar sin miedo.

El punto de partida para hablar de las violencias es que no separen la esfera pública de la esfera privada, esto quiere decir que no se traten los casos de violencia como casos “domésticos” que le ocurre a algunas personas en su casa y de lo que no hay que hablar, sino como una consecuencia de que los hombres quieran mantener su posición de poder y que sufrimos socialmente todas las mujeres del mundo.

Por ello, comenzamos hablando de quién tiene el poder. Todas tenemos clara la respuesta, los hombres. Pero, a raíz de que una de las mujeres me contestó en la entrevista que tenían más poder “porque son los que traen la comida”, me pareció necesario hablar de que antiguamente la superioridad de los hombres se adquiría porque luchaban las guerras, cazaban, trabajaban, etc. Pero que actualmente ese poder es debido a la tradición, no a la situación real de muchas de ellas. Ya que son las que trabajan, las que llevan la casa, son las protagonistas de esta nueva realidad, en las que hombres y mujeres trabajan, pero que los hombres siguen teniendo más poder.

Y, una vez que conseguimos un acuerdo sobre ello, me atrevo a empezar a hablar de violencias. Pero para hablar de violencia primero tenemos que hablar de que entendemos por violencia. Las mujeres comienzan a hablar de distintos tipos de violencia: es violencia quitarte todo el dinero y no dejarte ni para medicinas, es violencia pegarte, es violencia obligarte a hacer todas las cosas de la casa y amenazarte con pegarte si no lo haces, etc.

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Y a partir de ahí, comenzamos a ver uno a uno los tipos de violencia. Comenzamos por la violencia física, qué es y quién la sufre. Cuando pregunto si todos los hombres usan la violencia, algunas contestan que todos y otras que la mayoría. Uno de los momentos más duros fue cuando decidimos preguntar al contrario ¿Quién ha sufrido violencia física? y comienzan todas a levantar la mano hasta que una de ellas aclara, todas hemos sufrido violencia física.

Es muy alentador ver cómo algunas mujeres reclamaban a otras de la misma tribu que hablaran, que no se quedaran calladas, que luego iba a ser demasiado tarde. Aproveché para contar que en España ocurría lo mismo, que se decía que estas cosas debían solucionarse en casa, con esas frase de “los trapos sucios se lavan en casa”, y que es, desde hace muy pocos años, cuando se está empezando a conseguir que la gente no lo acepte como algo cotidiano, sino que se comience a criticar y a tomar medidas, al menos contra la violencia física.

El problema es que, cuando hablamos de España, se imaginan un lugar con muchos recursos, con muchas posibilidades, y es cierto que, comparado con su situación, puede que lo sea. Sin embargo, ellas ven como algo muy difícil salir de la situación de violencia en la que tienen que romper las reglas religiosas, culturales, morales y económicas para decidir denunciar y empezar una nueva vida.

Un tema muy complejo fue abordar la violencia sexual y decirles que es violencia el tener que practicar sexo, incluso con sus maridos, si no es su voluntad. Es muy difícil abordar este tema, en España se comienza a hablar desde hace muy poco con las campañas de NO es No, pero creo que el hecho de que lo escuchen al menos pone una de las primeras piedras en los cimientos del cambio. Cuando hablamos de sexualidad muchas se ríen y otras comienzan a hacer bromas sobre cómo pueden evitar tener sexo con sus maridos cuando no quieran. Al final, acaban diciendo que lo que tienen que hacer es defenderse y cuando les comento que nosotras en la Universidad estamos empezando a hacer clases de defensa personal, me piden aprender a defenderse. Todo es entre bromas y miradas cómplices, pero el paso está dado, saben que está mal, saben que su falta de poder no les permite ahora mismo librar esa batalla, pero quieren defenderse en un futuro.

Otro de los temas complejos fue la violencia económica. Como he dicho al principio, algunas diagnosticaron como una forma de violencia el negar el derecho a disponer de su propio sueldo. Pero luego, cuando hablamos del salario, muchas reconocieron que sus maridos tienen sus números de cuenta y que consiguen ocultarle algunas partes del dinero, pero no en su mayoría. A partir de ese momento, comienza un debate entre ellas muy interesante sobre que deberían hacer, si está bien o mal que ellos lo sepan, y cómo consiguen algunas poder disponer de su propio sueldo. La imagen de esos minutos no podría describir mejor lo que es creación de redes de apoyo mujeres.

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Podría contar palabra a palabra de cómo se fue desarrollando todo y no podría transmitir la fuerza que sentí en esa sala. Las mujeres nos escucharon, entendieron el mensaje y estaban dispuestas a hablar, eso fue un regalo que me acompañará toda la vida.

El cambio no será de hoy para mañana, el cambio será pole pole, piedra a piedra. No tengo ninguna duda de que estas mujeres valientes que han sufrido todo tipo de violencias a lo largo de su vida son unas resilientes, saben lo que han pasado y no lo quieren para sus hijas. Esto hará que vayan transmitiendo otro tipo de valores que irán produciendo el cambio hacia una sociedad más igualitaria.

Autora: Ana Fernández